Uno de los rasgos que mejor prueba que lo que pasaba en España era una auténtica burbuja fue la explosión de las subcontratas y el uso por sistema de las ETT´s. Las empresas estaban tan poco preparadas para gestionar toda la carga de trabajo que veían en los solares vacíos que decidieron recurrir a otras empresas para hacerlo, existieran o no, supieran hacerlo o no. Y estas, a su vez, subcontrataban a otras en una cadena inacabable, de forma que una ardilla era capaz de cruzar el país de Norte a Sur saltando de grúa a grúa y de subcontrata en subcontrata.
En plena crisis, el Partido Popular sabe lo que hay que hacer y ha decidido realizar su trabajo en Navarra directamente, sin recurrir a la subcontrata que venía utilizando en los últimos años, según ellos mismos habían decidido.
Sabe, porque fue uno de los mayores impulsores de un modelo económico basado, entre otras cosas, en esta fórmula, que las subcontratas acaban suponiendo una rebaja en la calidad. Y esta rectificación es la mejor forma de reconocer que al hinchar la burbuja, el abuso de las subcontratas fue una de las cosas que se hizo mal.
En España se subcontrató todo, y llegó un momento en que todo el mundo delegó en otros cosas como la búsqueda de relaciones, la escritura de libros y hasta la contratación de subcontratas. En Navarra se subcontrató un discurso, de baja calidad, que preconizó el fin del mundo y de la unidad nacional para, a los dos días, decidir que Navarra se gobernaba mejor desde la abstención, la de otros, la suya, la que fuera.
Tal vez el líder del PP haya actuado así a la vista de lo sucedido en una pequeña comunidad de vecinos al Norte, en la que quienes aspiraban a ser sus propietarios acabaron subcontratando para un típico contrato de fin de obra a un jornalero del campo para trabajillos como los carteles y el mantenimiento, y no se sabe muy bien cómo, el jornalero acabó quedándose con la finca, como esos empleados de las ETTs que un día acaban firmando el ansiado contrato indefinido